Los dos tendrían que morirse
tarde o temprano. Primero uno y después el otro, o a la vez (por ejemplo
en un accidente de avión). Los dos tenían un pasado que contarse y que
comprender sin imágenes, sólo a través de palabras y de sobreentendidos.
Ambos deberían construir un futuro ingobernable. Y presentarse a sus
mundos. Y quedar con amigos a cenar. Y hablarse por teléfono desde el
trabajo, para combinar en qué esquina, a qué hora, y qué película. Uno
de los dos se cansaría primero, uno de los dos mentiría primero, uno de
los dos caería en la tentación antes que el otro. Alguien sería el
primero en levantar la voz. Alguno se enojaría por primera vez y
alguien, antes o después, encontraría más defectos que virtudes en su
pareja. Fue por esto, y no por incompatibilidad de caracteres, que no se
llamaron después del fin de semana.
V.
Cada vez que Nuno Gonzáles se tiraba pedos nocturnos, a la mañana siguiente moría una jovencita virgen del pueblo. Como Vinhais eran veinte casas, y muy pocas las mozas casaderas, el alcalde le tenía prohibidísimo a Nuno cenar picante, con legumbre, con alubia roja, o beber agua con bicarbonato. Y aunque a Nuno Gonzales le preocupaba mucho mantener equilibrada la demografía de Vinhais, tenía debilidad por los huevos rellenos de atún y mayonesa. Los compraba clandestinos en una aldea vecina, los llevaba a su casa escondidos en las botas, los devoraba de a seis, con culpa, a la madrugada se tiraba unos pedos estridentes en la cama y después metía la cabeza debajo de la cobija para olerlos. Por la mañana se vestía de negro riguroso y era el primero en llegar al funeral de la jovencita muerta del día. Lo hacía silbando un foxtrot, para despistar a las autoridades.
VIII.
Un perro puede estar rengo,
ronco, ciego, hambriento, descaderado, sordo, encandilado, roto, puede
sacar la lengua porque está cansado e inventarse otra para lamerse;
puede ser un hotel lleno de parásitos, puede llorar, aullar,
desconsolarse, saberse animal y doméstico, puede no tener dios a su
perruna imagen y semejanza, ni virgen maría; ni saber la hora, ni saber
el año, ni saber si el frío está afuera o en sus huesos, ni saber si
aquello que lo pateó es el diablo; puede entender catorce palabras de
hombre, y entender que un año para él son siete años y que la muerte
llega así más pronto; un perro puede estar mal, horriblemente mal, a
punto de morirse, pero igual —si lo llamás con ganas— agarra y viene y
te arma fiesta y te mueve la cola y se te queda al lado, por las dudas
de que vos estés más triste.
Hernán Casciari
No hay comentarios:
Publicar un comentario