Páginas

17 jul 2012

Ad infinitum - William J. Camacho (Bolivia, 1973)

Por qué”, decía siempre que le indicaban cómo vivir. “Porque Él así lo ha escrito”, le contestaban invariablemente. Entonces, adquirió conciencia del poder de las palabras. Aprendió a leer y escribir mucho antes que los demás niños de su edad, y cuando le tocó hacerse hombre, prefirió no hacer el amor, pues estaba convencido de que escribirlo era más placentero. Como cualquier otro joven, gran parte de sus pensamientos convergían en el sexo, pero a diferencia del resto, tenía una actividad sexual incesante, asombrosa. Prueba de ello son los ciento veintitrés tomos que, durante muchos años, produjo escribiendo el amor.

Cuando decidió que era tiempo de casarse, escribió una mujer y, luego, sus hijos. De esa manera, escribió una familia feliz, perfecta; pero una brisa inoportuna vino a malograr su plenitud, llevándose con sus brazos de aire varias páginas de su vida. No podía volver a escribirlas, nunca podría hacerlo de manera idéntica, jamás podría recuperar a la familia que había creado.

Escribió el dolor y la ira; después, borró todo lo que había escrito y descubrió que la soledad era una página en blanco. Decidió, entonces, escribir un reino y se escribió rey. Escribió vasallos, bufones, cortesanos y un harem. Por mero aburrimiento, escribió otro reino y otro rey para poder escribir la ambición, la crueldad y la guerra. Lógicamente, escribió su victoria.

Ya viejo, cansado de su reino, escribió un universo, y de ése, se escribió Dios. Con pulso tembloroso, escribió galaxias, constelaciones y planetas. No le quedaba mucha vida, por eso decidió escribir su inmortalidad, encargándosela a los seres escritos de un planeta que también escribió y nombró Tierra. Ellos, acatando su voluntad, lo escribieron inmortal; entonces, adquirieron conciencia del poder de las palabras...

 William J. Camacho

No hay comentarios:

Publicar un comentario